Para ser fiel a la historia hablaremos de conmemoración. Del hecho político de las mujeres trabajadoras que el 8 de marzo de 1857 marcharon masivamente por la disminución de la jornada laboral y el fin del trabajo infantil, bajo el lema “Pan y Rosas”. Luego en una fecha de marzo de 1908, en una huelga mayoritaria de trabajadoras de una fábrica de camisas en Nueva York organizadas para defender sus derechos laborales, como jornada de 10 hrs e igualdad de salarios entre otras, más de 130 mujeres y 20 hombres murieron calcinados en un incendio que se piensa fue intencional. Esas mujeres decididas y valientes que enfrentaron el poder que las oprimía, no pudieron escapar porque fueron encerradas! La conmemoración es un llamado a recordar que los avances en justicia social son conquistados y no cedidos, y han tenido altos costos en vidas humanas.
La historia por la conquista de igualdad de derechos civiles de las mujeres está plagada de mártires como ellas, lo que no hace menos paradójico confundir conmemoración con celebración de las mujeres. Porque somos lindas, tiernas y esforzadas y merecemos que en este día nos hagan masaje o nos pinten las uñas, o nos den un obsequio, como ocurre en los lugares de trabajo.
Efectivamente hay que celebrar la conquista del derecho a voto, el derecho a la educación, a la salud y los métodos anticonceptivos, a la igualdad de los hijos e hijas ante la ley, al derecho a una sexualidad plena, el derecho al trabajo productivo en todas las áreas económicas y los avances en el reconocimiento al derecho a una vida sin violencia.
Sin historia pareciera que esto se ha dado en forma natural, como todo lo vinculado a las mujeres, a quienes culturalmente se nos quiere hacer asimilables a los fenómenos de la naturaleza, cercanas a lo salvaje, lo que justificaría que debiéramos ser dominadas y controladas. Podadas de nuestro potencial creativo y derechos políticos, denegados los accesos a los espacios de decisiones que rigen los destinos de la sociedad.
Esta historia desconocida, de las luchas de las mujeres por su emancipación de las ataduras del poder masculino representado en el padre (patriarcal), tiene huellas y tiene hitos. Se trata de un tejido de solidaridad o sororidad entre mujeres a través del mundo, que piensan, estudian, reflexionan, activan, se organizan en pequeños grupos de autoconciencia, autodefensa, grupos salud, grupos de estudio, hacen congresos y luchan, creando y cantando sus dolores y victorias. Se llama movimiento feminista o movimiento de mujeres, según donde pongan su énfasis, pero son hermanas. El objetivo es crear una sociedad justa, para mujeres, hombres, niñas, niños y todes, ¡por qué no! Muchas personas y familias saben que si bien hay variedad en “la viña del Señor”, viven la invisibilización simbólica y de hecho, de partida desde el lenguaje excluyente. Variedad proveniente de la “gran madre” dirán algunas? O la Diosa, dirán otras. O el universo, dirán otros, pero el tema es abrir la mente y liberar la mirada de prejuicios. Sin las abuelas feministas no votaríamos, sin las madres feministas no habría divorcio y con las jóvenes feministas de hoy, sus hijas tendrán derecho a decidir.
Hay dos hitos feministas surgidos de nuestra herencia cultural que han dado la vuelta al mundo, avivando el fuego que fragua las transformaciones:
Fines de los años 80, Julieta Kirkwood, socióloga, pensadora y activista chilena contra la dictadura cívico militar y la explotación del trabajo doméstico.
Nos ha permitido profundizar en la valoración del espacio del hogar, como el lugar del cuidado, del soporte de la fuerza de trabajo, del trabajo doméstico desvalorizado, invisibilizado, gratuito, hecho principalmente por las mujeres. La doble y triple carga que todas llevamos.
Hoy son Las Tesis. Creadoras feministas chilenas que lograron condensar conceptualmente la denuncia de la violencia sexual padecida por el hecho de ser mujeres en las sociedades patriarcales.
Esta declaración de conciencia es terapéutica para las víctimas que de una u otra forma somos todas. Cuando en los medios de comunicación se naturaliza, explota, promueve y trivializa la inversión o confusión de quienes son víctimas y quienes victimarios, somos retraumatizadas.
Son muchas las cuentas pendientes con las mujeres que explican porqué somos las principales pacientes de psiquiatras y psicólogas, las más deprimidas y angustiadas, con más colon irritable, fibromialgia, bulimia y anorexia. Y tenemos la responsabilidad del bienestar emocional del grupo familiar. Pero ya tenemos un canto y una performance para corear juntas y a viva voz. Es terapéutico.
Han pasado más de 150 años y hoy reflexionamos sobre la conveniencia de disminuir la jornada laboral a 40 hrs. La doble jornada de trabajo que afecta a la mayoría de las mujeres asalariadas implica la angustia de la doble presencia cuando no se puede estar al mismo tiempo en dos lugares que son importantes como el primer día de clases de su hija y una reunión de departamento, o cuando su hijo se enferma y una está en el trabajo.
El discurso oficial de la Organización Mundial de la Salud, pone énfasis en la co-responsabilidad familiar, que sin duda es muy importante. Requiere la decisión consciente de los varones de dejar sus privilegios, un acto de amor. Un cambio cultural de mentalidad muy profundo y que ha esperado demasiado. A la vez imprescindible los cambios en las políticas públicas que atiendan las desigualdades e inequidades por el hecho de ser mujeres.
Por todo ello, conmemoro con profundo reconocimiento a todas las mujeres luchadoras por sus derechos, que hicieron posible que hoy estemos en este recodo del camino. ¡Viva el 8 de Marzo!
Susana Cubillos Montecino
Médica Psiquiatra